Llegó al Hospital de Fauna de AMUS con una pata gravemente dañada tras quedar enganchada en una alambrada. Perdió la extremidad, pero no las ganas de vivir. Contra todo pronóstico, se recuperó, aprendió a valerse con una sola garra y volvió al cielo, donde pertenecía.
A punto de cumplir tres años, hemos sabido que ha muerto en Castilla-La Mancha. Su historia nos recuerda lo efímera que puede ser la vida y lo difícil que resulta para un animal salvaje alcanzar la madurez en un mundo lleno de obstáculos.
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